tag:blogger.com,1999:blog-64047530106934880472024-02-08T08:23:36.039-08:00Pico tartamudoAnonymoushttp://www.blogger.com/profile/18242365569138539406noreply@blogger.comBlogger1125tag:blogger.com,1999:blog-6404753010693488047.post-22849254303389448272014-06-27T21:01:00.000-07:002014-06-27T21:01:19.391-07:00<h1 style="text-align: center;">
EL HOMBRE SE POSEE EN LA MEDIDA QUE POSEE SU LENGUA</h1>
<div style="text-align: right;">
<em>Pedro Salinas.</em> Defensa del lenguaje<em>. Madrid, Alianza Editorial, 1992 (edición no venal).</em></div>
<br />
No habrá ser humano completo, es decir, que se conozca y se dé a
conocer, sin un grado avanzado de posesión de su lengua. Porque el
individuo se posee a sí mismo, se conoce, expresando lo que lleva
dentro, y esa expresión sólo se cumple por medio del lenguaje.<br />
Ya Lazarus y Steinthal, filólogos germanos, vieron que el espíritu es
lenguaje y se hace por el lenguaje. Hablar es comprender, y
comprenderse es construirse a sí mismo y construir el mundo. A medida
que se desenvuelve este razonamiento y se advierte esa fuerza
extraordinaria del lenguaje en modelar nuestra misma persona, en
formarnos, se aprecia la enorme responsabilidad de una sociedad humana
que deja al individuo en estado de incultura lingüística. En realidad,
el hombre que no conoce su lengua vive pobremente, vive a medias, aun
menos.<br />
¿No os causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano,
por dar con las palabras, que al querer explicarse, es decir,
expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a trompicones, dándose
golpazos, de impropiedad en impropiedad, y sólo entrega al final una
deforme semejanza de lo que hubiese querido [nótese el subjuntivo]
decirnos? Esa persona sufre como de una rebaja de su dignidad humana. No
nos hiere su deficiencia por vanas razones de bien hablar, por ausencia
de formas bellas, por torpeza técnica, no. Nos duele mucho más adentro,
nos duele en lo humano; porque ese hombre denota con sus tanteos, sus
empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia de la lengua,
que no llega a ser completamente, que no sabremos nosotros encontrarlo.<br />
Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos,
tullidos de la expresión. Una de las mayores penas que conozco es la de
encontrarme con un mozo joven, fuerte, ágil, curtido en los ejercicios
gimnásticos, dueño de su cuerpo, pero que cuando llega al instante de
contar algo, de explicar algo, se transforma de pronto en un baldado
espiritual, incapaz casi de moverse entre sus pensamientos; ser
precisamente contrario, en el ejercicio de las potencias de su alma, a
lo que es en el uso de las fuerzas de su cuerpo.<br />
Podrán aquí salirme al camino los defensores de lo inefable con su
cuento de que lo más hermoso del alma se expresa sin palabras. No lo sé.
Me aconsejo a mí mismo una cierta precaución ante eso de lo inefable. Puede existir lo más hermoso de un alma sin palabras, acaso. Pero no
llegará a tomar forma humana completa, es decir, convivida, consentida,
comprendida por los demás. Recuerdo unos versos de Shakespeare, en <em>The Merchant of Venice</em>, que ilustran esa paradoja de lo inefable:<br />
<div align="center">
<em>Madam, you have bereft me of all words,</em></div>
<div align="center">
<em>Only my blood speaks to you in my veins.</em></div>
Es decir, la visión de la hermosura le ha hecho perder el habla; lo
que en él habla desde dentro es el ardor de su sangre en las venas. Todo
está muy bien, pero hay una circunstancia que no debemos olvidar, y es
que el personaje nos cuenta que no tiene palabras por medio de las
palabras, y que sólo porque las tiene sabemos que no las tiene. Hasta lo
inefable lleva nombre: necesita llamarse «lo inefable». No. El ser
humano es inseparable de su lenguaje. El viejo consejo de Píndaro: «Sé
lo que eres», el más reciente de Goethe: «Sepamos descubrir, aprovechar
lo que la naturaleza ha querido hacer de nosotros», pueden cumplirse
tan sólo por la posesión del lenguaje.<br />
El alma humana es misteriosa y en todos nosotros una parte de ella,
es decir, parte de nosotros, se recata entre sombras. Es lo que Unamuno
ha llamado «el secreto de la vida», de nuestra propia vida. Y el
lenguaje nos sirve de método de exploración interior, ya hablemos con
nosotros mismos o con los demás, de luz con la que vamos iluminando
nuestros senos oscuros, aclarándonos más y más, esto es, cumpliendo ese
deber de nuestro destino de conocer lo mejor que somos, tantas veces
callado en escondrijos aún sin habla de la persona.<br />
La palabra es espíritu, no materia, y el lenguaje, en su función más
trascendental, no es técnica de comunicación, hablar de lonja: es
liberación del hombre, es reconocimiento y posesión de su alma, de su
ser. «¡Pobrecito!», dicen los mayores cuando ven a un niño que llora y
se queja de un dolor sin poder precisarlo. «No sabe dónde le duele».
Esto no es rigurosamente exacto. Pero ¡qué hermoso! Hombre que
malconozca su idioma no sabrá, cuando sea mayor, dónde le duele ni dónde
se alegra. Los supremos conocedores del lenguaje, los que lo recrean,
los poetas, pueden definirse como los seres que saben decir mejor que
nadie dónde les duele.Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/18242365569138539406noreply@blogger.com0